sábado, 16 de marzo de 2013

Desarrollo de capacidades ante la muerte


Así como es imposible vivir humanamente sin con-vivir, para humanizar la muerte es preciso con-morir (Siurana JC, Conill J. Con-vivir y con-morir. En: Couceiro A, editor. Ética en cuidados paliativos. Madrid: Triacastella; 2004. p. 63-76). A través de la narración de su experiencia de acompañamiento a enfermos terminales, la psicóloga Marie Hennezel demuestra que “…los enfermos que piden morir están demandando otra cosa. En primer lugar, preguntan si su vida tiene valor todavía para ti. ¿Es que mi enfermedad no es demasiado pesada para los allegados? Hay una segunda clave: no pueden soportar su degradación física. La experiencia me demuestra que si se les atiende con ternura y con una mirada que les valorice, la persona olvida que está degradada. La tercera razón es el miedo a sufrir físicamente, pero los tratamientos contra el dolor permiten hoy ofrecer al enfermo tranquilidad a ese respecto.” (Hennezel M. La muerte íntima. Barcelona: Plaza & Janés; 1996)

En nuestras sociedades mercantiles, dice Siurana, cuidar a quienes sufren su última enfermedad supone una carga, y así se les da a entender indirectamente a éstos. Para salir de esta situación, hay que saber y poder acompañar a los enfermos cuando ya no tienen cura. Pero es imposible realizar un buen acompañamiento si no se tiene formación adecuada o no se dispone de recursos. Como sugiere Busquet, procurar una "buena muerte" sin facilitar las cosas (a familiares cuidadores y a profesionales) ¿no estará abriendo una puerta a la eutanasia? La eutanasia sale menos cara.

Ana Costa

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Muy interesante!
La eutanasia sale menos cara... También es más "cómoda" que el proceso de mirar de frente al propio dolor, necesario para poder mirar cara a cara el dolor de otros y descubrir la humanidad-divinidad de cada persona sea cual sea su situación... Y sin embargo, cuando se da ese paso, se entra en una dimensión de Vida aun a las puertas de la muerte.

GIBUV dijo...

Cierto. Sin embargo, para entender esto que apuntas hay que renunciar al pragmatismo cortoplacista propio de quienes entienden que, como el ser humano desea ser feliz, no tiene sentido afrontar el sufrimiento.